El poeta terminó de escribir su último verso. Saltó por la ventana pero no se estrelló contra el suelo, siguió en pie. Hacía años que no veía la luz del sol. Todo lo que él escribió no estaba allí. Todas aquellas historias de paraísos se estrellaron con la realidad. Siguió un rato caminando cuando oyó un disparo. Otra vez se derramaba sangre en la ciudad. El poeta nunca lo había oído o si lo hizo no se dio cuenta. Esquivaba la realidad. Conocía el amor pero no a las mujeres. Las suyas no podían escapar de unas lineas, las de verdad nunca se cruzaron con él o si lo hicieron él nunca lo supo.
Alzó la vista al cielo y vio las estrellas. Ya era de noche. Intentó alcanzarlas pero no pudo. Cómo hacer para dormir con ellas, sin problemas ni explicaciones. Lejos de la oscuridad de su estudio o de la luz de la calle. Cogió un papel y empezó a escribir. Cuando terminó ya no estaba en su estudio, ya nada era igual. Echó la vista atrás y ardió. Estaba en las estrellas pero no eran tan bonitas como las veía desde abajo. Lo que creía el paraíso se convirtió en infierno. Volvió a estrellase...esta vez, con las estrellas.
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